La grieta; hendidura, herida que abre al abismo de la palabra muda. Una línea fronteriza trazada entre la piedra y el cuerpo orgánico. La piedra abierta hacia el vacío, el cuerpo cortado y fragmentado entre la racionalidad del pensamiento y lo indescifrable del deseo, de la imaginación, de lo llamado irracional. Tras esa línea el cuerpo camina frágil, escalando la piedra sin saber que en la avanzada se aproxima siempre al abismo, a lo desconocido, a lo que no es nombrado por carencia de lenguaje. Cuerpo y piedra se duelen de la misma herida, formando un solo órgano asomado al precipicio. Imágenes que escapan de su núcleo original, la idea, el pensamiento, productos de la herida, de la hendidura. Siendo esas mismas imágenes la grieta entre el mundo, el afuera y el concepto, la idea, el pensamiento. Traducir en imágenes la impotencia del pensamiento y la incomprensión de la realidad es adentrarse en la grieta. Formar parte de ese espacio nebuloso que huye del orden. La fragmentación del tiempo, del sonido, del ritmo...son eso, fragmentos, fisuras de la grieta. En donde se esconde la imprecisión de lo indefinido, de lo existente sin palabra, de lo orgánico en lo pétreo.