Todo fluye, nada es inmutable. El ser es un río cuyas aguas nunca se detienen. La muerte no es una calamidad, sino una fuerza creadora y necesaria. Si la muerte no afectara a todas las cosas, no surgirían nuevas formas de vida. El universo se alimenta de lo que devora. 

Para Heraclito la substancia primaria de la naturaleza es el fuego, El fuego simboliza el principio fundamental que rige el cosmos: el cambio perpetuo. un estado constante de flujo, transformación y devenir. El todo fluye. El fuego no solo representa la manifestación física del cambio, sino que también es una representación simbólica de la naturaleza dinámica y la interconexión de todas las cosas en el mundo. En su concepción, el fuego no es solo un elemento material, sino un símbolo del proceso universal de transformación y renovación continua. El fuego dio origen al mundo en conjunto, a las cosas e incluso al alma. “Este mundo, que es el mismo para todo lo existente, no lo ha creado ningún Dios ni ningún hombre, sino que fue siempre, es y será fuego eternamente vivo, que con orden regular se enciende y con orden regular se apaga”. Todas las cosas surgen del fuego de acuerdo con la necesidad, pero el proceso es cíclico: todas las cosas vuelven a convertirse en “fuego”. La vida de la naturaleza es un proceso ininterrumpido de movimiento. En él, toda cosa y toda propiedad se transforma en su contrario: lo frío se convierte en caliente; lo caliente, en frío. Puesto que todo cambia y se renueva continuamente, no es posible sumergirse dos veces en el mismo río, pues el que se sumerge por segunda vez, entra ya en aguas nuevas. En la vida , esta transformación de todo en su contrario no es un simple cambio, sino lucha de contrarios. El conocimiento se apoya en las sensaciones, pero solo este conduce a la sabiduría. Si algo quedara oculto de la luz percibida por los sentidos, no podría esconderse de la luz de la razón.